A 97 años del asesinato de dos de los mas grandes
revolucionarios comunistas del mundo publicamos los últimos escritos
en la víspera de ser asesinados, donde a pesar de todo y contra todo
jamas dejaron de creer fervientemente en el triunfo de la clase trabajadora en
su lucha por una sociedad humana y libre.
"A PESAR DE TODO" KARL LIEBKNECHT, 14 DE ENERO DE 1914.
¡Asalto general contra "Spartakus"! ¡Muerte a los espartaquistas! ¡Atrapadlos, golpeadlos, fusiladlos, pisoteadlos, hacedlos jirones!... En efecto, lo han conseguido, "Spartakus" ha sido aniquilado. ¡Y ahora vienen los gritos de alegría, desde el "Post" hasta el "Vorwaerts"! ¡"Spartakus" ha sido aniquilado! Los sables,
los revólveres y los mosquetones de la vieja policía germánica, reconstituida
mediante el desarme de los obreros revolucionarios tras la terminación de la guerra,
han sido los que han sellado nuestra derrota. ¡”Spartakus" ha sido
aniquilado! Bajo la guardia de las bayonetas del coronel Reinhardt, de las
metralletas y de los lanzaminas del general Lüttwitz, tendrán lugar al fin las
elecciones para la Asamblea Nacional... pero será el plebiscito de
Luis-Napoleón Ebert.
¡"Spartakus" ha sido aniquilado! Y es cierto.
Los obreros revolucionarios de Berlín han sido aplastados. Cientos de los
mejores de ellos han sido masacrados. Es cierto. Y un millar de entre los más
fieles arrojados a los calabozos... En efecto, ahí están los vencidos:
abandonados por los marineros, por los soldados, por los cuerpos de protección,
por la milicia popular, por todos aquellos en cuya ayuda tan firmemente habían
confiado.
Lo más importante, sin embargo, ha sido que su fuerza y
su formidable impulso inicial ha sido frenado por la indecisión y la debilidad
de sus jefes, de forma que tan solo así ha sido posible que la terrible marea
de lodo de la contra-revolución haya arrastrado y ahogado a unos luchadores tan
decididos.
En efecto, han sido derrotados. Habrá que pensar que su
derrota era un mandamiento de la historia. La revolución no estaba madura. Los
tiempos no eran los más apropiados... ¡Y a pesar de todo la lucha era inevitable!
Dejar a los Ernst, Hirsch y demás consortes la posibilidad de retomar la
Prefectura de policía, convertida en una especie de palladium de la revolución,
hubiera sido la verdadera derrota y el indiscutible deshonor. La lucha le fue
impuesta al proletariado por toda la camarilla de Ebert, y las masas berlinesas
se levantaron entonces, con un espontáneo rugido, abatiendo toda clase de dudas
e incertidumbres.
En efecto, los obreros revolucionarios de Berlín han
sido aplastados, y los Ebert-Scheidemann-Noske han resultado victoriosos. Se
han alzado con la victoria porque los generales, la burocracia, los señores de
las chimeneas y de los bancales de lechugas, los clérigos, los sacos de dinero
y todo lo que es asmático, limitado y retrógrado, les han ayudado apoyándose en
las bombas de gas, las metralletas y las granadas.
¡Pero hay victorias que son derrotas y derrotas que son
victorias! Los vencidos de la semana sangrienta de este enero han combatido
gloriosamente. Han luchado por una gran causa, por los objetivos más nobles
para una humanidad sufriente, por la liberación material y espiritual de las
masas esclavizadas. Han vertido su sangre por una tarea sagrada y por ello su
sangre es también sagrada. De cada gota de esa sangre nacerán los vengadores de
los que han caído ahora. De cada fibra aplastada surgirán nuevos combatientes,
porque su causa es eterna e imperecedera como el mismo firmamento.
Los vencidos de hoy serán los vencedores de mañana,
puesto que la derrota es su mejor enseñanza. El proletariado alemán está falto
aún de la necesaria experiencia y de una tradición revolucionaria. Y tan solo a
fuerza de tener su calvario, de aprender a costa de caídas y errores juveniles,
de sufrir en su carne el dolor de los fracasos, podrá al fin adquirir la formación
práctica que le garantice la victoria final.
Para las fuerzas primitivas de la revolución,
elementales y en su natural desarrollo, la derrota debe significar ante todo
una cosa: el estimulo. Porque, de derrota en derrota, su camino acabara por
llevarlas al éxito.
... Y de los vencedores de hoy, ¿qué decir? ¿Qué decir
que no sea calificarlos como un informe amasijo sangriento arrastrándose en
favor de una causa sin nombre? ¡Son los enemigos mortales del proletariado!
Miradlos bien, porque basta con mirarlos, para comprender que, hoy ya, son los
prisioneros de sus propias víctimas. La social-democracia presta aún su nombre
a la firma del Santo Imperio romano-germánico, pero su plazo no es más que el
cuarto de hora escaso de gracia que se le concede al condenado. Los traidores
están ya de hecho en la picota de la historia. El mundo no ha conocido jamás a
unos Judas semejantes, pues no se han conformado con vender una causa sagrada,
sino que han clavado la cruz con sus propias manos. Lo mismo que la social-democracia
oficial en agosto de 1914, esta de ahora, mucho más vergonzante, ofrece la
misma imagen execrable. La burguesía francesa, para encontrar a sus verdugos en
junio de 1848 y en mayo de 1871 debió buscarlos entre sus propias filas. La
burguesía alemana no ha tenido necesidad ni siquiera de esto, porque los mismos
social-demócratas se han ofrecido para realizar tan sucio, despreciable y
sangriento trabajo. Los Cavaignac y los Gallifet están personificados hoy en
Noske, que se sobrenombra a sí mismo como "el obrero alemán". El
sonido de las campanas llama a la masacre. Con música y pañuelos agitados, los
capitalistas salvados del "terror bolchevique" festejan aún a la
soldadesca providencial. La pólvora humea aún y el fuego del asesinato de los
trabajadores se incuba sobre la ceniza. Los proletarios caídos se remueven aún
donde han caído y los heridos todavía sangran por sus heridas... Pero ellos no
piensan más que en hacer desfilar a los batallones asesinos, mientras que los
señores Ebert, Scheidemann y Noske se exhiben inflados por un orgullo
falsamente victorioso.
Entre tanto, el proletariado de todo el mundo se dispone
a rechazar las manos que los vencedores pretenden tender a la Internacional,
unas manos impregnadas aún con la sangre de los obreros alemanes...
Contaminados, excluidos de toda humanidad decente, arrojados a golpes de látigo
de la Internacional, odiados y malditos por todos los trabajadores: tal es el
destino de nuestros vencedores.
Alemania entera ha sido sumida en la vergüenza más absoluta...
por ellos. ¡Los traidores de sus hermanos gobiernan hoy al pueblo alemán! ¡Unos
asesinos fraticidas erigidos en gobernantes! Es evidente que su gloria no puede
durar mucho. ¡Apenas si un cuarto de hora de gracia! Porque su reino acabará
por encender de nuevo en los corazones la llama de la revolución. En efecto, la
revolución del proletariado que ellos han pensado sofocar con la sangre, se
alzará por encima de sus cabezas... como un gigante demoledor. Y su primera
consigna será la siguiente: "!Abajo los asesinos de obreros
Ebert-Scheidemann-Noske!"
Los vencidos de hoy saben algo que no sabían. Están
curados de falsas ilusiones. Hoy saben que no cabe confiar en el apoyo de
nadie, salvo en sus propias fuerzas, Ni siquiera deberán confiar en los jefes,
posiblemente impotentes o incapaces. Los vencidos de hoy están curados de toda
fe centralizadora, de toda creencia en la sabiduría del partido, sobre todo si
este se autotitula de "independiente". Los revolucionarios han
aprendido que, tan solo confiando en ellos mismos, podrán librar las batallas
futuras, consiguiendo por ellos y para ellos las victorias del porvenir. La
palabra siguiente a la emancipación de la clase obrera no puede ser otra más
que la obra de la propia clase obrera. Es el derecho que se habrá ganado a lo
largo de numerosas experiencias como la de la última semana. Y entonces hasta
los soldados, engañados y ofuscados, reconocerán rápidamente el juego que se ha
estado jugando con ellos, lo cual ocurrirá cuando sientan abatirse de nuevo el
látigo del militarismo sobre ellos, despertando así de la borrachera que
actualmente les aturde.
¡"Spartakus" ha sido aniquilado! Es cierto.
Pero nosotros seguimos aquí. No hemos huido ni hemos muerto. Y aunque nos
encadenen, seguiremos aquí, continuaremos estando aquí... hasta que consigamos
alzarnos con la victoria que pretendemos. "Spartakus" significa fuego
y espíritu, significa alma y corazón, significa voluntad y acción en favor de
la revolución del proletariado. "Spartakus" significa toda la miseria
actual y la natural aspiración a la felicidad, significa y encierra en sí toda
la conciencia de clase del proletariado y toda su audacia para la lucha.
"Spartakus" significa socialismo y revolución mundial.
El camino de Gólgota para la clase obrera no se ha
terminado aún. Pero el día de la liberación esta cada vez más próximo. Será el
día del juicio de los Ebert-Scheidemann-Noske y de todos los poderosos del
capitalismo que hoy se ocultan tras ellos. Las olas de los acontecimientos se
levantan hasta el cielo... y nosotros estamos ya acostumbrados a ser arrojados
desde lo más alto a lo más profundo, pero también estamos habituados a la
trayectoria inversa, lo que no evitará que nuestro navío siga inflexible su
ruta hacia el destino que tiene marcado.
Que nosotros estemos o no entre los hombres, cuando
dicha meta sea conquistada, es lo de menos, porque nuestro programa seguirá
vivo para regir el mundo de la humanidad liberada... ¡A pesar de todo!
¡A pesar de todo! A pesar de todos los fracasos y
derrotas previas, el ejército aparentemente adormecido de los proletarios se
despertará como ante las trompetas del juicio final, y los cadáveres de todos
los luchadores asesinados se pondrán de pie para pedir cuentas a los que sólo
se merecen sus maldiciones. Hoy no se oye más que el rumor subterráneo del
volcán, pero mañana estallará en erupción para sepultar a los actuales
vencedores entre las cenizas abrasadoras y sus ríos de lava.
"EL ORDEN REINA EN BERLÍN" ROSA LUXEMBURGO, 14-ENERO-1919
"El orden reina en
Varsovia", anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831
cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga,
la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar
comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes.
"¡El orden reina en Berlín!", proclama triunfante la
prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske, proclaman los oficiales de las
"tropas victoriosas" a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín
acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La gloria y
el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia mundial. Los
lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido su renombre
con una brillante victoria sobre...los 300 "espartaquistas" del
Vorwärts. Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre
Bélgica, las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen
ante las hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios
que habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados, destrozados
a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto de que sus
cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y
asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida:
¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas
derrotas ante franceses, ingleses y americanos? "Espartaco" se llama
el enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de
vencer. Noske, el "obrero", se llama el general que sabe organizar
victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.
¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría
que impuso el "orden" en París, en la bacanal de la burguesía sobre
los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de
capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país
al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los
cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados,
contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril
de los hijitos de la burguesía, de la "juventud dorada", de los
oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco
antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles
con indefensos, con prisioneros, con caídos!
"¡El orden reina en Varsovia!", "¡El orden
reina en París!", "¡El orden reina en Berlín!", esto es lo que
proclaman los guardianes del "orden" cada medio siglo de un centro a
otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos "vencedores" no
se percatan de que un "orden" que periódicamente ha de ser mantenido
con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha
sido esta última "Semana de Espartaco" en Berlín, qué ha traído
consigo, qué enseñanzas nos aporta? Aun en medio de la lucha, en medio del
clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los proletarios
revolucionarios el balance de lo acontecido, han de medir los acontecimientos y
sus resultados según la gran medida de la historia. La revolución no tiene
tiempo que perder, la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aún
por encima de las tumbas abiertas, por encima de las "victorias" y de
las "derrotas". La primera tarea de los combatientes por el
socialismo internacional es seguir con lucidez sus líneas de fuerza, sus
caminos.
¿Podía esperarse una victoria definitiva del proletariado
revolucionario en el presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los
Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista? Desde luego que
no si se toman en consideración la totalidad de los elementos que deciden sobre
la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en el momento actual,
la inmadurez política de la masa de los soldados, que todavía se dejan
manipular por sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios,
es ya una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una
victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento
militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.
El campo, que es de donde procede un gran porcentaje de la
masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la revolución. Berlín sigue
estando hasta ahora prácticamente asilado del resto del país. Es cierto que en
provincias los centros revolucionarios -Renania, la costa norte, Braunschweig,
Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de
Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia
adelante, la acción común directa que le daría una eficacia incomparablemente
superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización de la clase obrera
berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica
que impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía -lo
que no deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de
la revolución apuntadas- en su estadio inicial.
De todo esto se desprende que en este momento era imposible
pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha sido por ello un "error"
la lucha de la última semana? Sí, si se hubiera tratado meramente de una
"ofensiva " intencionada, de lo que se llama un "putsch".
Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última semana de lucha? Al
igual que en todos los casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24
de diciembre: ¡una brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre
a que fueron sometidos manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual
que la carnicería de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de
policía de Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La
revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto, según un
plan inteligentemente concebido por los "estrategas". Sus enemigos
también tienen la iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la
misma revolución.
Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los
Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vió obligada a recurrir a
las armas. Para la revolución era una cuestión de honor dar inmediatamente la
más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la contrarrevolución se
creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas revolucionarias del
proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en la Internacional
sufriesen grandes pérdidas.
Por lo demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas
berlinesas fue tan espontánea y llena de una energía tan evidente que la
victoria moral estuvo desde el primer momento de parte de la "calle".
Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que
nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber
dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla
elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución. Era
evidente -y haberlo comprendido así testimonia el sano instinto, la fuerza
interior siempre dispuesta del proletariado berlinés- que no podía darse por
satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la
ocupación de otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa
burguesa, las agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts. Todas estas medidas
surgieron entre las masas a partir del convencimiento de que la
contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota sufrida,
sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.
Aquí también nos encontramos ante una de las grandes leyes
históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las habilidades
y sabidurías de los pequeños "revolucionarios" al estilo de los del
USP, que en cada lucha sólo se afanan en buscar una cosa, pretextos para la
retirada. Una vez que el problema fundamental de una revolución ha sido
planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución el
derrocamiento del gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo
para la victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una
y otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo
episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas sus
dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle solución, por
poco madura que sea todavía la situación. "¡Abajo
Ebert-Scheidemann!", es la consigna que aparece inevitablemente a cada
crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que agota todos los conflictos
parciales y que, por su lógica interna, se quiera o no, empuja todo episodio de
lucha a su mas extremas consecuencias.
De esta contradicción entre el carácter extremo de las tareas
a realizar y la inmadurez de las condiciones previas para su solución en la
fase inicial del desarrollo revolucionario resulta que cada lucha se salda
formalmente con una derrota. ¡Pero la revolución es la única forma de
"guerra" -también es ésta una ley muy peculiar de ella- en la que la
victoria final sólo puede ser preparada a través de una serie de
"derrotas"!
¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas
y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el
levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa
derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La
insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó
con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible
derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas
revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.
Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso,
ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas
"derrotas", de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo!
Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la
lucha de clases del proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y
no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza
y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.
Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas
parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios,
sonoras "victorias" parlamentarias, íbamos precisamente de victoria
en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran
prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota
política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las
revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves
derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la
necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.
¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué
condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha
sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra
las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la
tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la
acción revolucionaria? Ejemplos clásicos de ambas posibilidades son,
respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo
alemana. La heroica acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente
viva de energía de clase para todo el proletariado internacional. por el
contrario las miserias de la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la
marcha de todo el moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada
a los pies. Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular
historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando incluso a repercutir
en los más recientes acontecimientos de la revolución alemana, incluso en la
dramática crisis que acabamos de vivir.
¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada
Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones históricas aludidas más arriba?
¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria
chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e
indecisiones de nuestra acción?
¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la
contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las
masa berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección
ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.
La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser
creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo
decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la
revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta
"derrota" una pieza más de esa serie de derrotas históricas que
constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del
tronco de esta "derrota" florecerá la victoria futura.
"¡El orden reina en Berlín!", ¡esbirros estúpidos!
Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya "se
elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto" y proclamará, para terror vuestro,
entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!
También compartimos los enlaces de la Obras Escogidas de
Rosa Luxemburgo y de Karl Liebknecht que sirvan para nuestra formación política-ideológica, de esta
manera reivindicamos la obra de la Rosa Roja y de Karl Liebknecht, de esta
manera hacemos un humilde homenaje a su lucha y vida.